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La Monastrell Perfecta

Al pie de la Sierra del Carche, cerca de Jumilla, hay un pueblo consagrado al vino: La Raja. Un pueblo olvidado y tosco que hasta hace poco languidecía, inclinado hacia la muerte, y donde sin embargo la naturaleza, en una de sus formas más crudas, palpita. Las horas pasan allí lentas y apenas se escucha, de vez en cuando, el sonido de las esquilas de los rebaños. Ni tañen campanas, ni baja ningún río. Un cura visita el pueblo, que son varios caseríos, una vez al mes. El sol reverbera con fuerza en las blancas fachadas y la nitidez del cielo es espléndida. A lo largo de la acera, en callejas angostas y retorcidas, hay jaulas con palomas dentro. En esta aldea viven hombres y mujeres que se afanan desde que eran niños en la producción, vendimia y tratado de la uva Monastrell. El vino brota en La Raja, lugar propicio por clima y geografía. Pese a la aparente aridez de la zona, las hileras de viñedos, cuidadas con celo, dan racimos jugosos y azucarados. Es aquí donde Casa Rojo ha instalado su bodega. El pueblo, tiene ahora una mayor razón de ser. Sus habitantes también. La exposición es un homenaje a ellos, que hacen posible el caldo insigne de la firma: Macho Man Monastrell. También, obviamente, es un tributo a La Raja, tierra descarnada y hostil, sobre la que destacan estos rostros como símbolo perdurable de una tradición milenaria.

Casa Rojo le pidió al fotógrafo y realizador murciano Adrián Otero que levantara con su cámara testimonio del trabajo de estas personas; que plasmara, en definitiva, la comunión entre un pueblo y su obra magna: la vinificación. Los retratos, envueltos todos en ése halo de crudeza, son un ejemplo palmario del contraste entre lo arcaico del lugar y el optimismo silencioso, cargado de futuro, de los trabajadores. Hay en los fotos cierta violencia, cierto desamparo, pero también orgullo y confianza en la mirada de sus protagonistas. Todas las imágenes siguen el mismo patrón: la esencia del labrador en primer plano y detrás, casi siempre, el campo de cultivo. También el cielo, radiante y limpio, extendiéndose como una bóveda gigante, desempeña un papel crucial: procura profundidad y continuación; como hace en La Raja, desde 2014, la bodega de Casa Rojo.